Próxima convocatoria

2023-03-01

¡Viva el Rey!: la fiesta y el ejercicio del poder en la Hispanoamérica colonial

Cierre de la convocatoria: 28 de febrero de 2024

Coordinan:

Beatriz Carolina Peña, Queens College (CUNY)

Alexánder Sánchez Mora, Universidad de Costa Rica

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Las narraciones de fastos públicos, tanto políticos como religiosos, conforman un rico corpus para los estudiosos de la historia de las ideologías y mentalidades. En 1975 —hace casi un cuarto de siglo— Antonio Maravall arguyó que la fiesta, como producto de la cultura barroca, constituyó en España «un instrumento, un arma incluso, de carácter político». En 1979, Antonio Bonet Correa, en su artículo, significativamente titulado, «La fiesta barroca como práctica del poder», subrayó las dimensiones políticas e ideológicas de estas celebraciones en Europa. En 1985, José María Díez Borque afirmó que, al proyectarse hacia la calle, incorporar “al pueblo como espectador” y captar sus “sentimientos y afectos mediante la concesión festiva”, estos sucesos atraían a la gente “ilusoriamente a la esfera del poder”. Las funciones principales de tales eventos eran la “ostentación, propaganda, exhibición, encaminadas a promocionar fidelidades”. Por su parte, Jaime Valenzuela Márquez, enfocado en una colonia española periférica, en su excelente libro de 2001 Las liturgias del poder: Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en Chile colonial (1609-1709), reconoce en los fastos “un sistema de estrategias persuasivas de control social y de legitimación política”. En la preciosa obra de 2012, La fiesta barroca: los virreinatos americanos (1560-1808), Víctor Mínguez y su equipo —I. Rodríguez Moya, P. González Tornel y J. Chiva Beltrán— afirmaron que por medio de “la fiesta los súbditos criollos, mestizos e indios conocieron y asimilaron los lenguajes artísticos europeos, sus códigos simbólicos, las ceremonias y rituales del viejo continente, sus creencias y su cosmovisión y, en definitiva, contemplaron la práctica del poder. La fiesta en América se convirtió en un grandioso espejo en el que la nueva sociedad miró hacia Europa y se miró a sí misma”. Con base en estos y otros antecedentes, un objetivo del historiador actual sería desentrañar, a través del estudio de los relatos impresos y manuscritos de la fiesta hispanoamericana, los instrumentos empleados para detentar poder y generar control a través de esta práctica cultural. Uno de los objetivos centrales de las fiestas consistía en exaltar el prestigio, la magnificencia y la fidelidad de las ciudades coloniales ante el ausente y distante monarca español. Además, siguiendo la propuesta de José Jaime García Bernal en su profundo estudio El fasto público en la España de los Austrias (2006), es posible rastrear en la pragmática de las relaciones de fiestas la concurrencia de funciones tales como la transmisión de un sistema de control ideológico, la promoción personal, la formulación de un discurso identitario y la propuesta de una utopía. En este sentido, son de interés tanto los fastos celebrados en México y Lima, principales capitales virreinales, como aquellos llevados a cabo en centros urbanos relevantes como Cusco y Potosí, en ciudades coloniales periféricas como Buenos Aires, Guatemala, Nicaragua, Quito o Santiago, entre otras, y en pueblos y hasta caseríos, en los siglos XVI, XVII y XVIII.


Las celebraciones coloniales les dieron la bienvenida apoteósica a virreyes, arzobispos y a otras figuras políticas y religiosas; honraron nacimientos, bodas y exequias de la familia real española; celebraron Corpus Christi, canonizaciones y, entre otros motivos, abrazaron nuevos cultos a distintas advocaciones de la Virgen. Estos eventos erigieron túmulos y arcos triunfales y, según el motivo, incorporaron rituales, desfiles, toros, procesiones, juegos caballerescos, obras de teatro, figuras mitológicas, iluminación nocturna, fuegos artificiales, estruendos de artillería, algunas danzas indígenas, individuos disfrazados a pie, a caballo y en carros, entre otros elementos, que, efectivamente, irradiaban mensajes y proyectaban la legitimidad y autojustificación de los organizadores, al tiempo que mostraban sus aspiraciones y pretensiones políticas, sociales y económicas. Asimismo, en ocasiones, los participantes en ciertas secuencias de la fiesta lograron expresar resistencia y críticas contra los entes en el poder.


En suma, el estudio de las relaciones sobrevivientes y de otros documentos y artefactos, vistos como textos primarios sobre las fiestas, nos permite analizar y exponer los imperativos políticos, sociales y económicos codificados en este fenómeno polivalente y multifacético del antiguo régimen, a la vez que profundizar tanto en los mundos imaginarios que estos hechos plantearon como en las ideas históricas, políticas y religiosas que pretendían transmitir e imponer